Luis Torralba es un niño de ocho años que vive en una ciudad gallega a
comienzos del siglo xx. Sus padres están separados y pertenecen a mundos
completamente distintos: su madre a los ambientes burgueses y clericales
de la ciudad, con sus días previsibles y tranquilos; por el contrario,
su padre es un pequeño aristócrata librepensador, un poco calavera, que
vive en un destartalado pazo en las afueras, donde no faltan las tertulias
con sus amistades bohemias.
La infancia de Luis se desarrolla entre estos dos ambientes tan contrastados
y tan ricos en personajes y situaciones que irán convirtiéndole en
alguien capaz de imaginar su propio futuro, muy distinto al que todos tienen
pensado para él.
Esta novela de aprendizaje, seguramente una de las mejores novelas escritas
en castellano en todo el siglo xx, debería haber situado a su autor
como uno de los más destacados narradores españoles de su época. Sin
embargo, la singular peripecia del libro –que fue publicado originalmente
en Buenos Aires en 1946 y no pudo ver la luz en España hasta treinta años
más tarde– y de su autor –que vivió casi toda su vida en Argentina y escribió
la mayor parte de su producción literaria en gallego– le han privado
del reconocimiento que sin duda merece.