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9 curiosidades sobre el sueño que aprendimos con «El mal dormir», de David Jiménez Torres

El 18 de marzo se celebra el Día Mundial del Sueño. Como ya sabéis, este año hemos publicado El mal dormir, un libro de David Jiménez Torres que nos invita a reflexionar «sobre cómo nos relacionamos con esta parte tan fundamental de nuestras vidas, pero tan invisible al mismo tiempo» que es el sueño. Él lo hace desde su propia experiencia, la de una persona que siempre ha dormido mal. Ganador del I Premio de No Ficción Libros del Asteroide, El mal dormir se apoya en la historia social y cultural del sueño, así como en vivencias propias y ajenas, para retratar la experiencia cotidiana del maldurmiente en una sociedad acelerada. El resultado es un libro ameno y divertido, repleto de datos curiosos, sobre una experiencia que nos atañe a todos.


Con motivo del Día Mundial del Sueño os compartimos nueve curiosidades de las muchas que hemos aprendido con El mal dormir:

1. Proceso biológico… y práctica social.

El filósofo George Steiner intuyó que dormir –al igual que comer, copular y otras funciones naturales de nuestro cuerpo– es a la vez proceso biológico y práctica social. Solemos irnos a la cama a la vez que otros miembros de nuestra sociedad, y seguimos rutinas para preparar el sueño que varían entre culturas y épocas.

2. El sueño: un aspecto prácticamente universal de la vida en nuestro planeta.

Todas las especies estudiadas hasta la fecha duermen. «Esto incluye todos los tipos de aves y mamíferos, pero también los peces, los anfibios, los reptiles y los insectos. Moscas, percas, ranas, camaleones, loros, canguros, orangutanes: todos duermen. (…) Dice mucho, también, sobre el fracaso del maldurmiente: se nos resiste algo que hasta las lombrices saben hacer.»

3. El mal dormir y el trabajo.

Antes de la industrialización habría sido habitual en Occidente lo que hoy llamamos «sueño bifásico»: el sueño nocturno dividido en dos tramos. La industrialización, sin embargo, impuso unos horarios en los que las ocho horas de sueño debían ser un bloque compacto. De esta manera el trabajador podría volver a la fábrica lo antes posible.

4. Y ahora…

El tránsito a las sociedades posindustriales aceleró el efecto destructivo del mundo laboral sobre el sueño. Está demostrado que el brillo de las pantallas de ordenadores, tabletas y móviles afecta negativamente a nuestra capacidad de dormirnos. Lo mismo ocurre con la estimulación que suponen la conectividad constante y la posibilidad de enviar y recibir correos de trabajo a cualquier hora.

5. La luz artificial.

Uno de los principales mecanismos que regulan nuestro ritmo circadiano es la luz que captan nuestros párpados. Antes esto se acompasaba al ritmo de la luz natural, pero la llegada de la electricidad hizo posible que nuestros ojos siguieran recibiendo luz muy brillante durante la noche. La extensión de la luz artificial a las calles, los locales y las casas desorganizaría los horarios naturales de sueño de todo el mundo.

6. «Cada vez dormimos peor».

¿Lo hacemos? Donde nosotros tenemos las pantallas y las bombillas, nuestros antepasados tenían las camas incómodas y los espacios hacinados. En el siglo X VIII, por ejemplo, el 75% de los hogares parisinos contaban con una única habitación. Por lo tanto, es arriesgado decir que antiguamente la gente dormía mejor.

7. El negocio del sueño.

La consultora McKinsey calcula que el mercado de productos vinculados al mal dormir (fármacos, colchones especializados, apps que monitorizan el sueño, retiros de sleep wellness…) lleva varios años creciendo a un ritmo del 8%, y la revista Time pronosticó que la facturación anual de esta industria alcanzaría los 101.900 millones de dólares en 2023.

8. Diferentes cronotipos.

Se calcula que un 30% de la población adulta tiene el ciclo de sueño escorado hacia la noche. Los expertos se refieren a esto como cronotipo vespertino o de «búho», en contraposición con el cronotipo matutino o de «alondra». Es algo congénito, integrado en su ADN: no pueden ejercer prácticamente control alguno sobre ello.

9. El mal dormir y el síndrome del impostor.

Una de las principales presiones de las personas que duermen mal (o al menos del autor de este libro) es su dificultad para adaptarse a los horarios convencionales de trabajo. La falta de lucidez por las mañanas puede percibirse desde fuera como una falta de disciplina, dando la impresión «de no ser plenamente adultos». Esta paranoia deriva fácilmente en el síndrome del impostor.


Consulta la ficha de El mal dormir.

Empieza a leer El mal dormir.



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