'Temporada onírica', un texto de Carlota Gurt, sobre su nuevo libro «Biografía del fuego»
Biografía del fuego nació la noche que empecé a soñar con vehículos. En realidad, fue un poco antes, para qué negarlo. Se engendró con los acontecimientos que me llevaron a soñar a diario con vehículos.
Cuando llevas años sin dejar de soñar ni un solo día, te acuestas con la sensación de que apagas una realidad para encender otra. En definitiva, que llevo una doble vida. Lo peor es que mi ajetreada segunda vida nocturna no le interesa a nadie. Porque no es real. O eso dicen. O eso creen. Puede que los hechos no sean reales, pero las emociones sí. Mis sueños alteran mi estado de ánimo. Tienen el poder de ponerme contenta, triste, de mal humor. Cambian mi despertar. ¿Acaso eso no es real?
Siempre que lo cuento, la gente cree que exagero. ¿Soñar lo mismo durante meses y encima acordarse todos los días? ¡Por quién me tomas! Pero es exactamente así. Durante meses —repito: meses—, mis noches estuvieron pobladas de coches, barcos, hormigoneras, aviones, motos, helicópteros, taxis, autobuses, trenes, parkings.
Soñamos lo que necesitamos soñar del mismo modo que escribimos lo que necesitamos escribir. Para mí, soñar y escribir son dos formas distintas pero paralelas de digerir la realidad para no acabar con una úlcera. Soñar, dicen, es la manera que tiene nuestro cerebro de entrenarse para la vida real; en ellos puede practicar situaciones y estar preparado para cuando ocurran de verdad. Escribir también es entrenarse para el mundo de la vigilia. Soñar y escribir me permiten asimilar lo que vivo, darle un orden, un sentido, lo cual no significa que mi literatura sea autoficción.
El primero de mis sueños sobre vehículos ocurría en el campo. Yo conducía una furgoneta enorme por un caminito tortuoso que se iba estrechando cada vez más hasta que me daba cuenta de que era imposible continuar avanzando pero tampoco tenía espacio para dar la vuelta. Qué obvio, ¿verdad? Me sentía atrapada. ¿Escribir una historia similar o una historia sobre un preso sería autoficción? En absoluto. Solo sería escribir sobre lo que me impulsa, me angustia, me conmueve.
Mis libros, al igual que mis sueños, toman su materia prima de la vida real y la procesan para crear algo nuevo. De ahí que aparezcan escenarios o detalles reales, mezclados con multitud de ingredientes ficticios. La realidad es la carne picada; los sueños y los libros son lo que yo hago con esa base: steak tartars, hamburguesas o macarrones a la boloñesa. Yo soy de platos un poco crudos y de sabor intenso.
Así que Biografía del fuego, como cualquier libro de cualquier autor, está marcado por el momento vital. ¿Y cuál es ese momento vital? Mi retorno a la ciudad después de quince años de vida en el campo, un divorcio, los tanteos de una nueva relación de pareja, una madre con Alzheimer. O en otros términos: el paisaje después de la destrucción, un océano de incertidumbres, mil posibilidades despuntando en el horizonte.
¿Entendéis ahora por qué soñaba con vehículos? Porque no sabía hacia donde iba ni cómo llegaría a mi destino. Mi nueva temporada onírica la protagonizan playas interminables y animales marinos. A lo mejor si escribo más, al final podré dejar de soñar.
De momento, Biografía del fuego. Todo vuestro.
Carlota Gurt
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Con un tono que oscila entre la ironía y la confesión íntima, Carlota Gurt construye en Biografía del fuego un breve retablo de las relaciones humanas en el que caben desde el enamoramiento más fulgurante hasta el resentimiento más amargo. Tras Sola, su exitosa primera novela, la autora regresa a las librerías con catorce relatos sobre la impermanencia que nos acecha, y despliega una vez más la fuerza arrolladora de su siempre sorprendente universo literario.