Daniel Schreiber: «Uno no está solo contra la dependencia, aunque así lo sienta el que vive en soledad.»
Nuestro autor Daniel Schreiber responde en exclusiva para Libros del Asteroide varias preguntas que le ha formulado su traductor, José Aníbal Campos, en estos días de confinamiento.
¿Qué ha cambiado en la rutina diaria de Daniel Schreiber con esta crisis provocada por el Covid-19? ¿Cómo sobrelleva esta situación?
Tengo la gran suerte de vivir en un piso muy bonito con una amplia terraza, y lo que intento es convencerme de que soy afortunado. Pero estos tiempos son especialmente duros para el que vive solo. Además, la crisis ha alterado muchas de las fechas de entrega que tenía previstas, y eso implica que ahora mismo pase doce horas sentado al escritorio. Intento hablar a diario con amigos, pero, psicológicamente, estos tiempos suponen un desafío enorme, y no solamente por mi situación personal. Estoy muy preocupado por la salud de muchas personas cercanas, y soy consciente de lo difícil que resulta sobrellevar todo lo que hemos perdido: nuestro modo de vida, la cantidad de gente que ha fallecido.
Tras ser declarado el estado de alarma, en Francia se agotaron todas las existencias de vino y de preservativos, y en países como Austria o España, el papel higiénico. Situaciones como esta han provocado un aluvión de memes y chistes en la redes. ¿Puede el humor hacernos reflexionar en tiempos tan críticos?
¡Sin duda alguna! El humor siempre es algo positivo, aunque es normal que no a todo el mundo le haga gracia lo mismo. Por otra parte, pienso que este no es precisamente el mejor momento para hacer cambios drásticos en nuestra vida o para intentar mejorarnos, en una especie de autooptimización. A mí personalmente no me apetece aprovechar para hacer deporte cinco horas al día ni aprender otros tres idiomas, creo que ya tenemos bastante carga psicológica. Así que me parece normal que la gente beba más en una situación como esta. Aunque cualquiera puede llegar a ser dependiente, no todo el que bebe tiene una dependencia, y tal vez este no sea el mejor momento para reducir el consumo de alcohol.
Este periodo de confinamiento puede ser peligroso para las personas dependientes del alcohol. En su libro da consejos, a partir de experiencias propias, a aquellos que desean dejar de beber. En esta situación excepcional, ¿qué recomendaría a estas personas?
Creo que ahora es más importante que nunca buscar contacto con otras personas que tengan el mismo problema, y mimar esos contactos, no solo por teléfono. Hay que tomar consciencia de que uno no está solo, aunque así lo sienta el que vive en soledad. En mi caso, jamás habría conseguido estar sobrio sin la ayuda de los grupos de ayuda, sin sus encuentros, que son un componente muy importante de mi vida. Por eso no quiero prescindir de las personas que he conocido gracias a ellos. Muchos de esos grupos siguen realizando sus reuniones en plataformas de internet, como Zoom, por ejemplo. Uno puede asistir a encuentros en cualquier parte del mundo. Ese umbral inhibidor, en el caso de personas que aún no conozcan la labor de esos grupos o que tal vez perdieron el contacto con ellos, nunca ha sido más fácil de franquear que ahora. Pienso que todas esas personas que algunas veces, al levantarse, piensan: «Vaya, es probable que tenga un problema con el alcohol»; esas personas, precisamente, deberían prestar oídos a lo que les dice esa voz interior. Si ahora beben cada vez más y la resaca es cada vez peor, deberían probar con una de esas reuniones online. ¡Es justo el momento! La dependencia siempre es una enfermedad, pero nadie cree padecerla. Además, si uno bebe mucho, llega a creer que es el único que ha de cargar con las consecuencias del consumo excesivo de alcohol. No es cierto: a decir verdad, son muchas las personas que salen perjudicadas, en especial aquellas a las que uno más quiere. Justo en estos tiempos tan complicados, se disparan los índices de violencia doméstica y de suicidios. Y un elevado consumo de alcohol siempre desempeña un papel importante en esos casos. Nosotros, como sociedad, nos negamos a ver que la dependencia al alcohol mata.
Las medidas de precaución para evitar la expansión del virus van de la mano con drásticas restricciones de las libertades civiles. Cómo será el panorama futuro como resultado de esta crisis sanitaria es algo que apenas podemos entrever todavía. ¿Corremos el riesgo de que nuestro modelo de sociedad se transforme de manera radical cuando termine esta crisis? ¿Qué aspectos positivos podemos ganar?
Debo admitir que no puedo ni quisiera tener que pensar en ello. Estamos viviendo un momento en el que ni siquiera sabemos cómo será el mundo la semana que viene, o el mes siguiente. Mi impresión es que los países en los que la democracia funciona bien podrán superar mejor esta crisis, y que la propia democracia, tal vez, podría ganar algo con todo esto: porque ahora la gente se da cuenta de que los gobiernos competentes pueden hacer cosas, que esta ola de destrucción neoliberal de los sistemas de la seguridad y la cohesión sociales solo conviene a unos pocos privilegiados, que tiene sentido pagar impuestos y que tiene consecuencias concretas en la vida de cada individuo a quién se vota en unas elecciones. Pero ¿quién sabe lo que se nos vendrá encima? Eso sí, veo con enorme inquietud lo que ocurre en países como Hungría, Rusia o Turquía, y también en países como Estados Unidos, Italia o Gran Bretaña. Ningún oráculo de este mundo podrá decirnos cómo será nuestra vida dentro de un par de años.
Estimado Daniel Schreiber, muchísimas gracias por esta entrevista.
© José Aníbal Campos